La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han emitido una alerta epidemiológica urgente ante el preocupante resurgimiento de la fiebre amarilla en América Latina, donde se han registrado 235 casos confirmados y 96 muertes en lo que va del año. La tasa de letalidad se sitúa en un alarmante 41 %, lo que refleja la gravedad del brote.

Cinco países concentran los casos: Brasil, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, siendo Brasil el más afectado con 111 contagios y 44 fallecimientos. La propagación del virus ha traspasado la región amazónica y alcanzado zonas montañosas y periurbanas, incrementando el riesgo de brotes urbanos.

Una expansión geográfica sin precedentes

A diferencia de años anteriores, los brotes actuales no se limitan a la Amazonía. En Colombia, por ejemplo, el departamento de Tolima concentra la mayoría de los contagios, mientras que en Perú y Ecuador han surgido focos en zonas andinas y fronterizas. Este desplazamiento geográfico del virus está vinculado a factores como la deforestación, movilidad humana y baja cobertura de vacunación.

En Brasil, el estado de São Paulo se ha convertido en un nuevo epicentro. La presencia del mosquito vector en áreas cercanas a centros urbanos y la aparición de epizootias (muertes de primates) aumentan el riesgo de transmisión en humanos.

Vacunación insuficiente: principal factor de riesgo

La OPS alerta que la mayoría de los casos registrados se han dado en personas no vacunadas, a pesar de que la vacuna contra la fiebre amarilla es segura, asequible y brinda inmunidad de por vida con una sola dosis. La baja cobertura inmunológica representa una amenaza para el control del brote.

Actividades como el turismo rural, la agricultura en zonas selváticas y la expansión urbana en áreas de riesgo han incrementado el contacto entre humanos, mosquitos y reservorios animales, facilitando la transmisión del virus.

Respuesta internacional y recomendaciones clave

Frente a la situación, la OPS/OMS ha formulado una serie de medidas prioritarias para contener la expansión del virus:

• Vacunación masiva en zonas endémicas y de riesgo, con una meta de al menos 95 % de cobertura.
  
• Vigilancia activa de casos y de muertes de primates como señal temprana.
  
• Fortalecimiento del diagnóstico clínico y de laboratorio, especialmente en zonas con enfermedades similares como dengue o zika.
  
• Capacitación al personal de salud para identificar y tratar casos graves.
  
• Comunicación de riesgos clara y efectiva a la población general y a viajeros.
  

También se ha recomendado a los países contar con reservas estratégicas de vacunas y, si es necesario, aplicar dosis fraccionadas para ampliar la cobertura en contextos de escasez, aunque estas no cumplen con los requisitos internacionales de vacunación para viajes.

Desafíos en el diagnóstico y la atención clínica

La fiebre amarilla puede confundirse con otras enfermedades virales comunes en la región. Por ello, el diagnóstico diferencial es clave, así como la identificación temprana de signos de gravedad como ictericia, hemorragias o insuficiencia hepática, que requieren atención médica inmediata.

Un llamado urgente a la acción

El resurgimiento de la fiebre amarilla representa una amenaza seria para la salud pública regional. A pesar de ser prevenible, la letalidad del virus y su expansión a nuevas zonas demuestran la urgencia de actuar de manera coordinada, rápida y sostenida.La OPS/OMS exhorta a los países a reforzar sus sistemas de vigilancia, intensificar las campañas de vacunación y sensibilizar a la población para evitar una crisis sanitaria de mayores proporciones.